El pasado viernes 29 de noviembre, la Secretaría de Extensión y Relaciones Institucionales de la Universidad Provincial de Córdoba organizó una visita a la escuela Ceferino Namuncurá, situada en la Pampa de Achala.

El encuentro contó con la participación de Mariela Edelstein, secretaria de Extensión y Relaciones Institucionales; estudiantes y docentes de la UPC y de la escuela Ceferino Namuncurá.

A continuación les compartimos un relato de la enriquecedora experiencia que se llevó a cabo:

Según la lengua Quechua, Achala refiere a un adorno que causa admiración. Si. Sera así nomás porque llegar a la escuelita Ceferino Namuncurá en el corazón de la Pampa de Achala es encontrar una preciosa joya a 2000 metros de altura. Sus aulas y espacios comunes además de los módulos dormitorios albergan a 26 estudiantes y sus maestros. 18 niños y niñas de la primaria y 8 jóvenes de la escuela secundaria.

Chicos y chicas inquietos y curiosos rozagantes de piel dura hecha a puro frio y sol intenso. El 27 de noviembre, muy tempranito, salimos de la UPC profesores, secretaria y estudiantes de danza de la escuela de teatro Roberto Arlt, fotógrafos y estudiantes de la escuela de artes Lino Spilimbergo, y la Secretaria de Extensión de la UPC, con rumbo a la  Escuelita de la Pampa.

A casi dos horas de marcha, los vehículos llegaron a la cima de las altas cumbres del Cóndor, de allí dos horas y media de camino de tierra se hicieron cortas por la ansiedad y llegamos al gran patio de ese techo de montaña cordobés que es cabecera de la cuenca hídrica, desde allí, como un vértice nacen todos los ríos que bañan las sierras cordobesas.

Vimos guanacos, chanchos silvestres, ovejas, vacas y pájaros, flores de diferentes tamaños y colores siempre, el asombro de esa vida preanunciaba la alegría de la llegada a destino. Estacionamos al borde de un gran patio. En realidad, el patio era la inmensidad de esa planicie mágica, gigantesca, y en su corazón estaba clavado el mástil con la bandera que en lo alto se perdía con el cielo, siempre ondulante, siempre al viento.

Los chicos y maestros nos esperaban felices, y felices estábamos con ese encuentro que al bajar del auto nomas arrancó a todo vapor con cuecas, chacareras y hasta chamames bailados por los más pequeños. No faltó el malambo que robó todas las miradas, con los bailarines descalzos en un patio de tierra. El bombo en aquella pampa fue más legüero que nunca.

El día luminoso y fresco fue el escenario mejor para desarrollar los planes que teníamos, pero como siempre pasa, el entusiasmo y los chicos van moldeando a su antojo los mejores proyectos y eso enriqueció la jornada, bañó de impronta creativa y feliz un día que sin dudas ya era inolvidable. Hubo después rondas en que nos miramos ya con más lentitud, con más cercanía, hubo cuentos y relatos que por media hora robaron la atención y las voces de los niños y niñas que se perdieron entre las palabras casi susurrantes de quienes llevamos esas historias. Hubo alfajores, golosinas, y un almuerzo de pastas que nos obligó a matear toda la tarde.

Siguió la música y los chicos mostraron algunas destrezas preparadas. El baile prosiguió con algunas indicaciones de los profes y la tarde fue cayendo lenta y casi fría plantando algunos indicios de despedida.

Tal vez la jornada se coronó al atardecer cuando los chicos bajaron la bandera. Una ronda humana excepcionalmente gigante y en el centro mismo un paño celeste y blanco que descendía. El silencio era atronador. ¡Solo el chirrear del alambre del mástil!!! El clima de  emoción se interrumpió con el “hasta mañana” de la Señorita Nidia. Final. Mañana será otro día. Y volveremos…”