Desde la Facultad de Arte y Diseño de la UPC, -y por iniciativa de su Decana, Lic. Karina Rodríguez-, continuamos con la publicación de un conjunto de notas que lleva el nombre: “Historias de nuestra gente- FAD”. Considerando que somos una comunidad educativa diversa y muy grande, es importante que conozcamos producciones, actividades y protagonistas.
En esta oportunidad se ha invitado a la Profesora Claudia Lange, -quien nos habla en primera persona-, de su trayectoria en la Escuela Superior de Artes Aplicadas Lino E. Spilimbergo de la FAD- UPC, que cumplió 66 años desde su inicio y hoy es una de la Instituciones fundantes de la Facultad de Arte y Diseño.

66 soles

Tenía dieciocho abriles clavados cuando comencé mis estudios en la Escuela de AA Lino Enea Spilimbergo, en la sede primera de Av. Colón casi esquina Santa Fe. Nunca terminé el cuarto año, culminé en el Colegio Nacional del Monserrat.

Hacía unos pocos meses que había ingresado como docente idónea en la Escuela Lino Enea Spilimbergo sede en es momento en una casona vieja de calle 9 de julio al 777 (hoy una playa de estacionamiento), para luego trasladarnos a otra sede en 9 de julio al 125 (ex Catastro de la Provincia). Eran siempre esos viernes de tardes esperanzadoras, de debates, de cruzadas reuniones.

Sede mítica 9 de Julio 125

Lejos estábamos de imaginar habitar muchos años más tarde un campo santo. No solo nuestros cuerpos y mentes eran jóvenes sino nuestros espíritus movedizos, listos para reinventar aulas y actividades recontra extracurriculares… lo que decodificábamos como “nuestras locuras” más adelante.

En esa sede de 9 de Julio al 777, mis primeras horas de Caracteres Gráficos (asignatura que se repetía en los cuatro años de la Carrera de nivel medio en ese entonces denominada: Dibujo Publicitario) eran horas de dibujar y dibujar letras y ya no alcanzaba la noción caligráfica, sino más bien era ponerle el plexo y corazón a esas curvas que se delineaban sobre papel cuadriculado. Los pinceles de varios centímetros de pelos, las reglas, los lápices blandos. Los ojos gastados de ver ilustraciones constructivistas…y con esas T tan pero tan de palo seco.

Luego ya en la sede de 9 de julio 125, todo era tan simple y feliz, las tardes de cafecito y debates acalorados en el bar de ese viejo patio cerrado con esas baldosas porosas antiguas, cruzadas por estudiantes, docentes y cultivadores de proyectos y mucha fantasía.

Cada piso tenía un fantasma crujiente que resguardaba secretos del edificio (corazón peatonal a metros de la Avenida General Paz). En ese lugar se escondía la verdad del oficio aún reverenciado de las artes aplicadas…las carreras fundantes eran nuestras abuelas amorosas y las primaveras las recibíamos con las Fiestas rituales como correspondía al cambio de dichos estados cíclicos.

Cada viernes por las noches nos escurríamos unos pocos y pocas, planificando muestras, intervenciones en un mítico bar titulado como el arcángel URIEL. La cerveza y las pizzas corrían como ríos en la mesa mientras nuestras carcajadas solo giraban hasta parar para volver a discutir nuevas lecturas, nuevas prácticas, nuevas pedagogías erradas y reconfiguradas.

Éramos el grupo de “los docentes rebeldes” (así nos decía el director de trajecito azul de esa época) quienes nos alineábamos de manera horizontal a estudiantes fuera de las paredes patrimoniales educativas y bailábamos como chamanes, en reuniones acorazadas: la sensible artista Mirta Márquez, la innovadora y maga Silvana Lípari, el ermitaño y adorable Walter Páez, el multifacético Alessio, a veces también nos acompañaba Guillermo Velázquez ex pro secretario docente y quien escribe estas humildes y sentidas líneas, hoy la única integrante activa en la escuela Spilimbergo de ese grupo-comunidad incansable de los también  ya cansada década de los noventa.

Podría contar mil anécdotas del grupo, podría llorar hasta dormirme de cansancio, podría reírme una y otra vez de situaciones graciosas, perennes, divinas, diferenciadoras, increíbles, tristes y superadoras. Como aquel día que nos encontramos en otro espacio, nuevo, vacío, frío, sin la madera de nuestros tableros de dibujo… en fin de una arquitectura ensordecedora a la cual no estábamos acostumbrados ni acostumbradas. A eso siguieron:

Docentes,

leyes,

memorándums,

policías,

cielo,

arcángeles gastados,

familias de teros,

lechuzas vigías,

kilos de lavandas,

rituales,

carcajadas porque sí,

¿¿¿Y qué???

Comisiones de planes de estudios,

Biblioteca papel,

Concursos,

¿Asesorías gratuitas estatales?

vestidos de plumas y lentejuelas almidonadas,

Un cactus,

Dos cactus,

Pandemia

66 abriles

Un grafiti y doscientos más inolvidables por lo menos siguieron en ese muro del patio de la Spilimbergo nueva amarilla, frente a las aberturas vidriadas, iniciados por el Profe Walter Páez y varias cohortes de estudiantes seguidores embobados.

Prof. Claudia Lange
Córdoba, Junio 2022