Desde la Facultad de Arte y Diseño de la UPC, -y por iniciativa de su Decana, Lic. Karina Rodríguez-, continuamos con la publicación de un conjunto de notas que lleva el nombre: “Historias de nuestra gente- FAD”. Considerando que somos una comunidad educativa diversa y muy grande, es importante que conozcamos producciones, actividades y protagonistas.


En esta oportunidad se ha invitado a Adriana Peñeñory y Eduardo Bravetti, docentes de la Escuela Superior de Cerámica “Fernando Arranz” FAD- UPC, quienes nos relatan diversos aspectos de lo que fue la creación del “Mural Comunitario” de gran escala, que está ubicado en el ingreso al edificio.

 

El oficio de ceramista
Este oficio tan humilde y arcaico, conserva como ninguno, como rasgo distintivo entre las otras artes visuales, el trabajo colectivo, que tiene un sentido más profundo cuando éste se impregna con el espíritu de las personas que integran una comunidad unida por propósitos compartidos.  Para conmemorar ese día y haciendo énfasis en ese concepto de trabajo colectivo, recordamos hoy la construcción del mural que corona el ingreso de la Escuela de Cerámica Fernando Arranz, trabajo que fue posible gracias al esfuerzo compartido de muchas voluntades.

Transitaba el año 2011 y, en el marco de las “Terceras Jornadas de Ceramistas del Centro” que se gestionaban en la Arranz, uno de los talleres temáticos ofrecía una iniciativa desafiante incluso para los mismos docentes que la propusieron: la construcción de un “Mural Comunitario” de gran escala. Y la característica de “comunitario” asignado al mural fue precisamente pensando su construcción invitando a distintos actores que no solo fueran los internos de la institución, sino hacer partícipes al público interesado que pudiera o no tener formación en la disciplina cerámica.

La concreción de éste propósito se formuló en  tres etapas:  Como primera instancia se conformó el grupo de docentes responsables del proyecto, integrado por las profesoras Adriana Peñeñory, Ana María Reynaga, Griselda Casco, María Elena García, Andrea Galli y el profesor Eduardo Bravetti, quienes  pusieron en común ideas y conceptos que dieran lugar a la temática del mural, para luego avanzar en su diseño ,  estudio de la gama de color a emplear, lugar de emplazamiento,  materiales a utilizar, técnicas de ejecución y montaje entre otros aspectos no menos importantes.

La segunda etapa consistió en preparar las estructuras cementicias que obrarían como soportes de las formas cerámicas, sumándose en esta instancia la cooperación del Profesor Oscar Oliva y se invitaron a participar a los estudiantes de los últimos años de las distintas carreras de la escuela para trabajar en el amasado de la pasta, modelado de los distintos módulos que conformarían el diseño del mural, el cuidado conservación y secado de las formas modeladas, como el posterior esmaltado y horneado de los mismos.

En la tercera etapa, con todos los insumos y materiales ya disponibles para el inicio de las jornadas, nos encontramos con los últimos actores de este proceso, los destinatarios finales que se inscribieron en ese taller y quienes serían los encargados de resolver colectivamente y comunitariamente (en un sentido de comunión de voluntades y consensos), el diseño y disposición final de las formas dadas que implicaban variadas posibilidades de composición. En ese tercer momento durante la presentación de la propuesta, el equipo docente fundamentó la misma reforzando el carácter del trabajo comunitario que debía tener su construcción, se abordaron los aspectos teóricos conceptuales relacionados a distintos tipos de murales, soportes, disposición, etc. y se explicaron los pasos previos. El arduo trabajo colectivo posibilitó que al tercer día de labor pudiéramos coronar su instalación.

Desde entonces la obra luce en el acceso de la Arranz y da la bienvenida con sus alegres colores a todas las personas que ingresan a la escuela. La satisfacción y el gozo que experimentamos los actores intervinientes y el resultado de ese trabajo colectivo convergiendo en un fin común se mantiene tan vigentemente y gratificante como aquel primer día.

Adriana Peñeñory – Eduardo Bravetti