Desde la Facultad de Arte y Diseño de la UPC, -y por iniciativa de su Decana, Lic. Karina Rodríguez-, iniciamos la publicación de un conjunto de notas que llevará el nombre: “Historias de nuestra gente- FAD”. Considerando que somos una comunidad educativa diversa y muy grande, es importante que conozcamos producciones, actividades y protagonistas.
En esta oportunidad se ha invitado al Profesor Eduardo Roberto Bravetti, -quien nos habla en primera persona-, de una pared muy particular de la Escuela Superior de Cerámica Fernando Arraz de la FAD- UPC.
Huellas gráficas
La trascendencia (emotiva) de un muro didáctico.
Hay una pared, en el edificio que alberga la Escuela Superior de Cerámica Fernando Arranz de la FAD- UPC, que se destaca de las demás sin imponerse. Tiene la cualidad de cautivar la atención de las personas que pasan a su lado y muchas de ellas se detienen frente a ésta con curiosidad. Se acercan, la miran con detenimiento, porque en la primera impresión, se percibe extraña. Y porque resulta extraña también se sienten tentadas a tocarla, recorriendo con las manos los relieves heterogéneos y las texturas diversas del material cerámico que la recubre. Es una pared que rompe la monotonía del marfil pálido que predomina en todo el edificio y que alberga en su interior el aula-taller donde se imparte la asignatura Serigrafía, espacio curricular que inició en 2004 bajo mi responsabilidad (antes incluso del nacimiento de la Universidad Provincial de Córdoba) y que continúa actualmente como propuesta curricular en la carrera de la Tecnicatura Universitaria en Arte Cerámico.
Tengo el recuerdo vívido de haber comenzado el dictado de esta disciplina en el año 2004 con muchas carencias, sobre todo de infraestructura, cuando la Escuela Superior de Cerámica Fernando Arranz estuvo alojada transitoriamente en el Batallón 141. Eso, sin embargo, no impidió hacer una invitación a los estudiantes de ese entonces, que he conservado en cada inicio de ciclo lectivo hasta hoy, casi como si fuera un trato: que cada uno deje su “huella gráfica” como una marca que pueda reconocerse de ellos en su paso por la escuela.
Aquellas primeras piezas impresas en azulejos o cerámicos que recibí de los estudiantes, fueron un valioso material didáctico que atesoraba como piezas de colección en tableros de madera para poder exhibirlos con facilidad y tenía como finalidad mostrar didácticamente las posibilidades técnicas de la serigrafía a los estudiantes en los cursos futuros. Pronto, la cantidad de piezas que había acumulado en varios años y esperaban su lugar definitivo, comenzó a entusiasmarme con la idea de contar con un muro donde los propios estudiantes pudieran intervenirlo con su huella gráfica. Esa idea finalmente se pudo concretar luego de la experiencia recabada en el año 2012 (en el marco de las “Cuartas Jornadas de Ceramistas del Centro” que organizaba nuestra escuela), y en la que participaron muchos ceramistas reconocidos a nivel nacional, entre ellos, Silvia Barrios, destacada artista plástica con amplia trayectoria en trabajos cerámicos intervenidos con gráfica impresa con serigrafía. Tuve el honor de acompañar a Silvia en el curso teórico-práctico que desarrolló en esas jornadas que incluyó, además, una intervención colectiva con los trabajos realizados por los participantes y que se plasmó en una pared externa del edificio de la escuela que aún se conserva.
El entusiasmo de esas hermosas jornadas y los resultados tan positivos de los procesos experimentados, me contagiaron para avanzar con aquella idea que había comenzado unos años antes, y es así que, luego de tener el permiso correspondiente para hacer uso de la pared externa del aula-taller de Serigrafía, las huellas gráficas comenzaron a plasmarse en el nuevo soporte. Desde entonces, el recubrimiento de la superficie se realiza siguiendo el concepto constructivo del “Patchwork”, denominación que recibe una técnica del ámbito textil que consiste en unir patrones de diferentes tamaños para formar uno mayor. Los retazos textiles son reemplazados en nuestro caso, por la diversidad de formatos de cerámicos que emplean los estudiantes para realizar sus trabajos.
Con el paso del tiempo, ese muro construido colectivamente ha trascendido la finalidad didáctica que tuvo al comienzo y hoy pareciera tener funciones complementarias a aquella con la que fue concebido. Por las mañanas, el sol atraviesa con su irradiante luz los grandes ventanales de la larga galería de “la Arranz” e iluminan de manera particular ese muro, permitiendo descubrir los detalles de las líneas empleadas en los diseños y los colores de los esmaltes afloran en todo su esplendor…
En ese ir y venir por ese pasillo enorme que lo contiene, me alegra ver los estudiantes de distintas carreras acercarse y acariciar esas baldosas de tantos anónimos que dejaron sus huellas, identificándose, en algunos casos, con las imágenes que contiene. El muro parece estar vivo y contar historias, y otros, dispuestos a escucharlas silenciosamente con ese lenguaje visual, donde lo que se muestra y quien lo observa, manejan sus propios códigos de entendimiento. Me alegra que los estudiantes que se inician en las artes del fuego en la Arranz se acerquen y pregunten ¿cómo se hace eso?, señalando alguna placa cerámica de interés o los que quieren saber cuándo tendrán Serigrafía, porque pareciera que la pared entusiasma e invita anticipadamente por su cuenta. Me alegra encontrar cada tanto algún egresado que pasó por esa aula y, con alegría, reconoce su trabajo y me llama con entusiasmo para decirme “¡mire profe, ése lo hice yo!, ¿se acuerda?”. Y si no me acuerdo, me lo hace recordar y recordar (en su sentido etimológico) significa “volver a pasar por el corazón”, con lo cual el muro hace emerger los aspectos sensibles que están ligados a las emociones, algunas contagiosas por las anécdotas del contexto regocijante experimentado junto al otro en su paso por la escuela. Me alegra que muchas personas se tomen un retrato usando de fondo ese muro, sin saber que hay cientos de manos que las abrazan sin darse cuenta… Me alegra, a fin de cuentas, que ese muro no sea un muro didáctico para algunas miradas, porque para muchas personas ese muro está abierto a diversas significaciones y ha trascendido la finalidad con que fue ideado.
En 2022 se cumplen 10 años desde que se comenzó con esta construcción colectiva y el muro de “la Arranz” sigue sin terminarse. Lamentablemente la interrupción de dos años pandémicos retrasaron su culminación, pero el regreso a las aulas y bajo la mirada atenta y protectora de Don Fernando Arranz, volvemos a encontrarnos con ese renovado contrato de seguir “dejando huellas” y con cada huella, un pedacito de historia que seguramente seguirá el derrotero de ser descifrada por otras miradas.
Texto: Eduardo Roberto Bravetti
Prof. En Cerámica y Técnico en Cerámica Industrial y Artística egresado de la Escuela Superior de Cerámica Fernando Arranz en 1996. Licenciado en Ciencias de la Educación (UCC) en 2010. Es docente desde el año 2001 hasta la fecha en varios espacios curriculares de las distintas ofertas educativas que ha tenido la Institución. Actualmente se desempeña en los espacios curriculares Serigrafía y Cerámica Experimental de la Tecnicatura Universitaria en Arte Cerámico y Artes del Fuego Complementarias y Taller de Producción del Objeto en las Artes del Fuego del C.C.C. de la Lic. en Arte y Gestión Cultural.