La hipertensión, también conocida como tensión arterial alta o elevada, es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “un trastorno en el que los vasos sanguíneos tienen una tensión persistentemente alta, lo que puede dañarlos” (2020). Esta enfermedad no siempre presenta síntomas, pero algunos de los más comunes son: dolor de cabeza, dificultad respiratoria, vértigo, dolor torácico, palpitaciones del corazón y hemorragias nasales.

Entre los factores de riesgo que pueden aumentar las posibilidades de que una persona presente hipertensión se encuentran: el consumo excesivo de sal y de grasas saturadas, la ingesta insuficiente de frutas y verduras, la inactividad física, el consumo de tabaco y alcohol, y el sobrepeso o la obesidad. Además, existen otros factores como los antecedentes familiares de hipertensión, la edad de las personas (más de 65 años) y la presencia de enfermedades como diabetes o nefropatías.

La hipertensión arterial afecta a más del 30% de la población adulta mundial y es el principal factor de riesgo para padecer enfermedades cardiovasculares, especialmente enfermedad coronaria y enfermedad cerebrovascular, pero también para la enfermedad renal crónica, la insuficiencia cardíaca y la demencia (OMS, 2020). En reiterados casos, las personas desconocen que padecen hipertensión, incluso la enfermedad puede pasar desapercibida durante muchos años. Es por ello que se recomienda realizar un control médico periódico con el objetivo de detectar patologías ocultas y/o evaluar los diversos factores de riesgo cardiovasculares.

Las/os especialistas indican a las/os pacientes hipertensas/os algunas recomendaciones para mejorar la calidad de vida, tales como: reducir el consumo de sal, incorporar más frutas y verduras en la dieta, hacer actividad física diariamente, beber suficiente agua y evitar el consumo de tabaco y alcohol.  En determinados casos, en los que los cambios en el estilo de vida no son suficientes para para bajar la presión arterial, el/la profesional recetará un medicamento para llevar dicha presión a un nivel ideal.

La actividad física es un pilar fundamental en la promoción de la salud y en el bienestar de las personas ya que tiene beneficios físicos y psicológicos: mejora la movilidad articular y muscular, favorece la salud cardiovascular, contribuye a tener un peso saludable, ayuda a disminuir el estrés y a reducir el riesgo de enfermedades como hipertensión, diabetes, colesterol, entre otras.

Para lograr regular la hipertensión arterial se recomienda realizar actividades aeróbicas tales como caminar, bailar, correr, nadar y andar en bicicleta ya que mejoran la función cardiovascular y la capacidad pulmonar.

De esta manera, se contribuye a una mejor circulación sanguínea y a la oxigenación del organismo, lo que se traduce en un incremento de la capacidad para realizar esfuerzos. Los ejercicios donde participan grandes grupos musculares, realizados a intensidades adecuadas para cada persona, promueven una respuesta hipotensiva de alivio de hipertensión pos ejercicio.

Es importante destacar que la práctica regular de actividad física favorece a un mejor descanso, lo que permite estabilizar la presión arterial del cuerpo y evitar que se altere el organismo.

La hipertensión arterial es una patología que afecta a gran parte de la población mundial pero que puede ser controlada a través de diversas acciones como: disminuir el consumo de sodio, llevar una dieta equilibrada y saludable, tomar la medicación correspondiente, asistir a los controles médicos y realizar actividad física periódicamente.